Capítulo 30 ~> Pídeme un beso.

Nada más llegar me duché, cené con Diana y cuando volvió mi madre me acosté. Al día siguiente tenía un examen de mates y quería estar descansada.
Mientras intentaba conciliar el sueño mi madre llamó a la puerta.

Yo: Pasa, mamá.

Abrió la puerta y asomó la cabeza.

Mamá: Hija, supongo que ahora estarás cansada, pero mañana tenemos que hablar.
Yo: ¿Hablar de qué?
Mamá: Ahora no. Descansa. (Dijo dándome un leve beso en la mejilla y saliendo de la habitación.)

¿Qué quería? ¿Qué había hecho yo ya? A saber. A lo mejor solo era una tontería, o no… Al final me quedé dormida.
A la mañana siguiente me levanté pronto para repasarlo todo de nuevo. Fui a clase e hice el examen.
No vi a Sergio en todo el día, excepto a las dos y veinticinco. No me acerqué, porque estaba ocupado. Busqué a Diana y juntas volvimos a casa. Ya era viernes, pensé. Me acordé de Álex, de su perfecta sonrisa, y me estremecí. Esa tarde, tenía clase de mates, pero no tenía ganas de ir. Pensé en llamar a Sergio, para decírselo, pero él se me adelantó. Me mandó un mensaje en el que me decía que esa tarde no podía, que estaba ocupado. Sonreí, pesarosamente. Ocupado… Cuando llegué a casa, comí y me encerré en mi habitación.
A las cinco más o menos, cogí el teléfono y llamé a Álex.

Yo: Hola.
Álex: Hola cariño. ¿Cómo estás?
Yo: Bien.
Álex: ¿Qué te pasa?
Yo: Nada, en serio.
Álex: Vale. No voy a insistir, no me lo cuentes si no quieres.
Yo: No es eso, cielo.
Álex: No importa Marina… Una cosa, tengo una sorpresa para ti.
Yo: ¿Para mí? (Dije emocionada.)
Álex: Sí, pero es solo una tontería.
Yo: Si viene de ti, seguro que es algo precioso.
Álex: Ahora voy a por ti y vamos a algún sitio.
Yo: Vale.
Álex: Estate preparada que en menos de media hora paso por tu casa.
Yo: No te preocupes. Estaré arreglada.
Álex: Bueno, luego hablamos.
Yo: Adiós vida.
Álex: Te quiero.
Yo: Y yo.

Colgué, aún sonriendo. Se me hacía raro oír a Álex decir “te quiero” ese tipo de cosas no eran muy típicas en él, pero la verdad era que me encantaban.
Dejé el teléfono sobre la cama y abrí el armario. Cogí unos vaqueros y una camiseta un poco holgada. Me vestí, y me puse los zapatos. Mientras me peinaba llamaron al timbre, salí corriendo del baño y fui a abrir.

Yo: ¿Quién?
Álex: Soy yo, Álex. Baja.
Yo: Ya voy.

Cogí el bolso, metí el móvil, las llaves y un rímel. Y abrí la puerta.

Yo: Adiós, Diana.
Diana: ¿A dónde vas tan guapa?
Yo: ¿Tú qué crees?

Ella sonrió.

Diana: Anda, pásalo bien, y vuelve antes de que llegue mamá o hará preguntas.
Yo: Te quiero. (Dije cerrando la puerta y echando a correr escaleras abajo.)

Cuando bajé Álex estaba de espaldas, apoyado en su moto con la cabeza alta. No se dio cuenta de que había bajado así que me acerqué a él, y desde atrás coloqué mis manos sobre sus ojos.

Yo: Supongo que sabes quién soy. (Susurré en su oído.)
Álex: Sí, puede que lo sepa… (Dijo sonriendo.)
Yo: Bueno, pues si adivinas de qué color llevo pintadas las uñas te suelto y de recompensa te doy un beso.
Álex: Ummm… Eso creo que también lo sé.
Yo: ¿Sí?
Álex: Rojas.
Yo: ¿Cómo lo has sabido? (Dije quitando mis manos de sus ojos y poniéndome en frente de él.)
Álex: Casi siempre las llevas rojas.

Sonreí asombrada.

Yo: Sí, es mi color favorito. (Añadí montándome en la parte de atrás de la moto.)
Álex: Eeh, no tan rápida. ¿Y mi beso?
Yo: ¿Tu beso? ¿Qué beso?
Álex: El que me ibas a dar si adivinaba el color de tus uñas.
Yo: No me acuerdo de haberte prometido ningún beso… Pero puedes pedirme uno y estaría encantada en dártelo. (Dije sonriendo.)
Álex: ¿Me daría usted, linda señorita, un beso? (Dijo haciendo una reverencia y sonriendo, mientras tomaba mi mano.)
Yo: Payaso.

Se acercó a mí y acarició mi pelo. Yo le agarré por detrás y le besé.

Yo: Bueno, ¿y mi sorpresa? (Dije susurrando cuando me alejé de él.)
Álex: No seas impaciente.

Tiró de mí y ambos subimos a la moto. Arrancó, y yo me aferré a él, como solía hacer.

Yo: Pero, ¿qué es?
Álex: Ahora lo verás.
Yo: No seas malo… (Dije haciendo pucheros.)
Álex sonrió, pero no dijo nada más.
Yo: Te odio. (Dije dándole unos pequeños golpes en la espalda.)
Álex: Yo a ti no.
Yo: Pues yo a ti sí.
Álex: ¡Qué pena! A alguien que me odia no puedo darle esa sorpresita…
Yo: No. No, si yo no te odio.
Álex: Ya… (Dijo sonriendo.)

Le di un breve beso en el cuello, y permanecimos en silencio hasta que Álex detuvo la moto, y se bajó de ella. Me tendió la mano y yo se la cogí, bajándome del asiento.

Yo: ¿A dónde vamos?
Álex: A un sitio.

Le saqué la lengua y él me sonrió. Estábamos en una calle, más estrecha de lo habitual, pero por lo demás era sólo una calle. Había muchos edificios, bastante antiguos y no muy altos. ¿Qué tenía aquello de especial? ¿Por qué me había llevado allí?

Yo: Álex, ¿qué hacemos aquí?
Álex: Ven.

Agarró mi mano y sacó unas llaves de su bolsillo. Abrió la puerta de uno de los edificios, el más alto y antiguo.
Subimos por las escaleras hasta el cuarto piso y Álex abrió una de las puertas. Estábamos en un piso, muy grande y bastante bien decorado.

Yo: Álex…

Iba a terminar la frase, pero Álex me interrumpió con un beso, y cerró la puerta. Acarició mi espalda suavemente con su mano mientras yo enredaba mis dedos en su pelo. Me besó de nuevo, más intensamente. Avanzamos y nos acostamos en el sofá, mientras Álex besaba mi cuello lentamente. Se alejó de mí un momento y se deshizo de su camiseta, que acabó hecha un ovillo en la otra punta de la habitación. Yo hice lo mismo con la mía. Él se acostó sobre mí. Dejó de darme besos en el cuello para descender más abajo hasta que llego a mi ombligo, donde de pronto se detuvo. Yo le acerqué a mí, y le besé de nuevo, mientras acariciaba su cuerpo, despacio.
Se quitó los pantalones, y se abalanzó sobre mí, besándome de nuevo. Mi acarició poco a poco, recorriendo con sus manos cada parte de mí  y me volvió a besar con más intensidad que las veces anteriores.

No hay comentarios:

Publicar un comentario