Capítulo 3 ~> Aquel mensaje que cambió nuestras vidas.

Me desperté a las seis en punto Una hora a la que ni loca me habría despertado de haber dormido algo en toda la noche... No podía dejar de darle vueltas a lo mismo: ¿qué sería de nosotros ahora?
Tenía miedo. Miedo a que me separasen de cualquiera de mis padres. Después del divorcio no podrían seguir viviendo juntos y le darían mi custodia a mi madre ya que vivimos en España y aquí las cosas van así.
A las diez más o menos, bajé al salón y me senté en ese sofá en el que me había sentado tantas veces en mis dieciseis años de vida, en ese mismo en el pasábamos las navidades como una familia, y en el que mi padre y mi madre se agarraban de la mano y se sonreían el uno al otro, pues eran felices. ¡Qué rápido se había desvanecido todo eso!
Observaba las fotos que colgaban de la pared. Había una de mi hermana vestida de payaso, una de cuando se me cayó mi primer diente, una de mi madre y de Diana en los columpios del jardín y una de mis padres, cuando aún se querían.
De repente alguien bajó y se sentó junto a mí abrazándome desde atrás.

Yo: Buenos días.
Diana: No son tan buenos depués de lo de ayer.
Yo: Ya... ¿Tú has podido dormir?
Diana: No mucho, la verdad.
Yo: Yo no he podido pegar ojo.
Diana: Yo he acabado poniendo música y al final he conseguido dormir, al rededor de una hora.
Yo: ¿Has escuchado al "Justino" ese?
Diana: Pues sí, la verdad. No canta mal.
Yo: No, que va.
Diana: Pues no, en serio. ¿Le has escuchado alguna vez?
Yo: No, pero tampoco quiero, ¿sabes?
Diana: Si lo escuchases te gustaría.
Yo: Claro Diana, claro.

Alguien bajó interrumpiendo nuestra conversación, que acabó ahí. No tuve que volver a oír hablar del creído ese.

Papá: Buenos días niñitas mías. ¿Qué quereis desayunar?
Yo: Nada, no tengo hambre.
Diana: ¿Y mamá?
Papá: En el estudio.
Diana: ¿Qué hace en el estudio?
Papá: Ha dormido allí.
Yo: ¿Qué mamá ha dormido en el estudio?

Dije sin conseguir asimilar lo que acababa de decir. Era prácticamente imposible que mi madre hubiese accedido a dormir en el estudio. Ella siempre decía que si ocurría algo echaría a mi padre, pero que ella nunca, y digo nunca, se iría de su habitación.

Papá: Pues sí, porque ella ha querido. Le dije que me iba yo pero no me ha hecho caso.
Diana: Bueno, dejémoslo. Mamá es así. Se le habrá metido en la cabeza.
Papá: Oidme, lo de ayer... Lo siento si os vino por sorpresa. No queríamos haceros esperar. Pensamos que cuanto antes os lo dijésemos, antes lo asumíais.
Diana: Ya... Era por eso, ¿no? (Dijo con cara de pocos amigos)

Yo me levanté del sofá y salí al jardín. Estaba harta de todo esto. Quería desaparecer. Alejarme de todo y vivir mi vida.
Y así fueron pasando días. Viviendo en un infierno hasta que mi padre encontró un piso y se mudó. Estaba solo a unas cuantas calles y eso era bueno y malo.
Bueno porque podía verlo quisiera y malo porque estaba justo en la calle de mi instituto y lo último que quería era un padre cotilla que fuera todos los días a verme en los recreos. Menos mal que estábamos de vacaciones.

. . .

Un día mientras comíamos mi madre recibió un mensaje.

Mamá: Chicas, mirad lo que he recibido. (Dijo rebosante de alegría)


Mamá: ¿Qué os parece?
Yo: Mamá, ¿qué se supone que es esto?
Mamá: Esto es nuestro billete a la fama. Haré coreografías para Beyoncé, Shakira, Katy Perry...Será genial.
Diana: Pero mamá, eso está en EEUU.
Mamá: Exactamente en Nueva York, bueno a las afueras.
Yo: Pero no podemos mudarnos allí.
Mamá: ¿Que no? ¿Qué nos lo impide?
Yo: En realidad nada.
Mamá: Pues ya está. Decidido, en septiembre seremos newyorkinas.

Mi madre sonría, aunque yo no tanto. ¿No había habido ya suficientes cambios? No imaginaba cómo sería mi vida ahora. Eso estaba muy lejos y era un país tan diferente a este. Y encima Nueva York. Debía de ser un horror vivir allí, había tanta gente, tanto ruido, tanta vida... Aunque ahora que lo pensaba, ¿qué tenía de malo? Seguro que me acostumbraría. Y mi madre había dicho a las afueras así que no teníamos por qué instalarnos en Nueva York. Podíamos ir a otro lugar más... ¿Tranquilo? Sí, esa era la palabra.
Mi madre era coreógrafa y muy buena, la verdad. Pero en España un coreógrafo no tiene mucho futuro, por muy bueno que sea. ¿Abrirse camino en Nueva York? Lo veía difícil pero no perdíamos nada por intentarlo, ¿no?
El 4 de septiembre dejamos atrás toda nuestra antigua vida. Mi madre había buscado una casa en una capital cercana a Nueva York, haciendo caso a mi propuesta de ir a un lugar donde vivir más relajadamente. Cuando le pregunté dónde se encontraba la casa exactamente respondió que ya la vería, que era una sorpresa y que no fuera impaciente. Impaciente no, quería saber dónde iba a tener que pasar mis días durante los próximos años.
Ese mismo día salimos camino a esa gran ciudad de calles interminables y taxis amarillos. Íbamos a ir primero a Nueva York para que mi madre conociera a su jefe y firmara el contrato, y depués a ese lugar misterioso donde viviríamos de momento.
Nada podía salir mal, o al menos eso me repetí yo en mi cabeza durante todo el vuelo.
Nos dijeron que el avión llegaría sobre las doce. Así que nos pusimos pantalones cortos y camisetas de tirantes, suponíamos que a las doce haría calor. Lo único fue que se les olvidó mencionar el detalle más importante. Cuando llegamos era medianoche no mediodía... Y cómo no, ¡nos helamos!
Lo mejor del viaje fueron las vistas que tuvimos al llegar. ¡Era una preciosidad lo que se veía por la ventana!


Parecía una de esas imágenes que sale en las películas, pero que nunca en tu vida crees que vas a tener la suerte de poder ver en persona.
Cuando salimos del aeropuerto, después de habernos cambiado en el baño y habernos vestido más adecuadamente, nos tomamos un café y cogimos un taxi de esos que tantas veces había visto en las películas pero que ahora tenía ante mí. Si un año antes me dicen que me vida va a dar este cambio no me lo hubiese creído, en serio.

¿Qué os parece? Está bien, ¿no?
PD Si os está gustando pasadla a muuuucha gente :)
¡ GRACIAS POR LEERLA !

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