Capítulo 12 ~> Descubierta.


Una hora después me desperté sin recordar muy bien qué había pasado la noche anterior. Entonces el recuerdo de Álex, el chico con  el que había cometido una locura apenas unas horas antes, volvió a mi mente y un escalofrío recorrió cada parte de mi ser. No lo había pensado pero la jugada me había salido bien, muy bien. Había salido de casa a las dos de la madrugada con un chico al que prácticamente desconocía pero que, para qué negarlo, me atraía considerablemente, y lo mejor, mi madre ni siquiera se había dado cuenta.
 Me levanté de la cama y aún durmiendo, me arreglé, para aquel nuevo día que comenzaba. Cuando me lave la cara y me miré en el espejo, contemplé que, como no era de extrañar, se notaba que no había dormido. Cogí corrector de mi madre y me eché un poco, solo para disimular.
Me dirigí a la cocina para desayunar, y una figura me sorprendió allí, alguien a quien no esperaba ver levantada a las siete de la mañana, estaba delante de mí, sentada en una silla. Aparentemente sólo estaba leyendo el periódico, aunque yo sabía que ella no se iba a levantar a esas horas sólo para leer el periódico. Pero no, no podía saberlo... Mi madre levantó la cabeza y me dijo:

Mamá: ¿Qué, lo pasaste bien anoche?

Mi cara palideció. Sí, lo sabía. Lo sabía todo. No sabía qué decir. De todas formas, ¿qué podía decirle? Cualquier cosa que dijera sólo conseguiría empeorarlo todo, así que opté por bajar la cabeza y esperar a que ella hablara. Pero no habló, al menos no inmediatamente. Después de un silencio, que se me hizo eterno, dijo al fin.

Mamá: Me has decepcionado.

Se levantó de la silla y se marchó, dejándome atrás con cara de tonta y maldiciéndome por haber hecho aquello, aunque en el fondo no me arrepentía de corazón, como solía hacer en estas ocasiones. Sabía que estaba mal, pero sinceramente, me había gustado y una parte de mí, me decía que si se me volviera a presentar una ocasión como aquella, me iría de nuevo con él.
Me giré y seguí a mi madre que se había encerrado en su habitación. Abrí la puerta. Estaba sentada sobre la cama con la vista perdida.

Yo: Mamá, lo siento. No sé por qué lo hice, no lo pensé. No me di cuenta de lo que hacía…

Mi madre me miró.

Mamá: ¿Tú sabes lo que has hecho? Confiaba en ti. Tú nunca has hecho estas cosas.
Yo: Ya mamá, lo siento.

Se levantó y se asomó a la ventana. Me levanté y fui tras ella. La abracé desde atrás.

Yo: Mamá, te prometo que no volverá a pasar.
Mamá: Más te vale, porque la próxima vez no seré tan buena.

La miré preguntándome si sería capaz de no castigarme, y cuando iba a preguntarle, ella siguió hablando.

Mamá: De momento, no puedes salir de casa sin mi consentimiento, por lo menos hasta dentro de un mes.
Yo: Vale.

Le di un beso en la mejilla y salí de la habitación de mi madre. Cogí la mochila y me fui a clase.
Pasaron varias semanas, pero no se volvió a presentar otra ocasión. No sabía nada de aquel chico, no me llamaba, no venía a buscarme... Nada. Parecía que se hubiera olvidado completamente de mí, pero yo no me había olvidado de él, al contrario, cada día deseaba más volver a verle.
Un día Diana y yo íbamos hablando animadamente de regreso a casa tras una larga y agotadora jornada llena de odiosos exámenes en los que no entendía completamente el significado de todas las preguntas y en los que, estaba segura, no habría subido de un seis. Cuando vi a alguien que llamó mi atención. Un chico moreno, de brillantes ojos marrones y mirada perdida, avanzaba en una moto haciendo un sonido estruendoso que se oía en toda la calle y puede que fuera por eso por lo que todo el mundo le miraba o porque era claramente un chico hermoso, que llamaba la atención, quisiera o no.
Al principio no se percató de mi presencia, pero cuando giró la cabeza y me reconoció vi que paró en seco, y fijó sus oscuros ojos en mí. Empecé a temblar como un flan. No estaba acostumbrada a este tipo de cosas. Él detuvo la moto y se acercó a mí, con paso decidido, como era normal en él. Cuando nos alcanzó a Diana y a mí, noté que miraba a mi hermana, examinándola de arriba a abajo, y eso me incomodó bastante, la verdad. Pero instantes después volvió la cabeza hacia mí, y con una sonrisa, que mostraba sus perfectos dientes dijo:

Álex: Hola, preciosa.

Algo tembló en mi interior y enrojecí, casi imperceptiblemente, pero él lo notó, y yo agaché la cabeza, azorada.

Yo: Hola, Álex. (Dije con una media sonrisa.)
Diana me miró con cara de pocos amigos, y me di cuenta de lo que pretendía.

Yo: Esta es mi hermana, Diana. (Dije señalándola.)

Ella sonrió con una sonrisa casi siniestra, por algún motivo que, supongo, nunca comprenderé. Recordé entonces que Diana estaba la noche que yo le había conocido, y si ella ya le conocía, ¿qué pretendía entonces? No la pondría celosa que yo estuviera con aquel chico, si es que había algo entre nosotros, y que ella no tuviera novio, o simplemente le había gustado, porque cualquiera con ojos en la cara era incapaz de negar que Álex fuera un chico muy apuesto. Intenté sacar aquellas ideas de mi cabeza, ¿qué iba a pretender la pobre chica? No debía darle más vueltas a aquellas tonterías, me dije.

Álex: Encantado, Diana.

Él le sonrió y ella le devolvió la sonrisa, tras un breve instante sus ojos se fijaron en mí y me sonrió.

Álex: Bueno, qué sorpresa encontrarte aquí, Marina.
Yo: Sí. Yo tampoco esperaba verte a ti por aquí. (Dije con una cálida sonrisa.)

Álex me miró a los ojos, de esa manera tan intensa que me hacía estremecerme, yo le miré de la misma manera, conteniéndome para no lanzarme a su cuello y abrazarlo. De repente el móvil de Diana sonó, destruyendo nuestro contacto visual. Álex la miró y yo bajé la cabeza.

Diana: ¿Sí? ... Vale. ... Lo siento, mamá. ... Que vale, le digo a Marina que me acompañe. ... Ya, ya sé que llego tarde. ... Que sí. ... Venga, adiós mamá.
Yo: ¿Yo? ¿Acompañarte a dónde?
Diana: Me tienes que llevar a casa de Sarah. Iba a comer allí. Y como no llegaba, su madre ha llamado para ver si iba ir o no.
Yo: Pero, ¿sabes dónde vive esa chica?
Diana: Sí, en Nassau Street.
Yo: ¿Y sabes dónde está eso?
Diana iba a responder pero Álex se le adelantó, diciendo:
Álex: Yo sí.
Diana: ¿Sí?
Álex: Claro, he crecido aquí. Conozco cada calle. (Dijo mirándome, de nuevo.)
Diana: ¿Nos acompañarías?

Vi que Álex se disponía a responder, pero me adelanté, mirándolo, y diciendo:

Yo: No, no hace falta.
Álex: Sí, Diana. Os acompañaré.

Esbozó una media sonrisa y montó en la moto. Diana se montó detrás. Seguidamente, Álex estiró su mano y me la ofreció. Yo, mecánicamente la cogí. Su contacto, me hizo estremecerme y descubrí, todos los sentimientos que aquello me producía. Subí entre él y Diana.
Arrancó la moto, y me sentí inestable, así que me abracé a él. Noté que le gustó, y al girar la cabeza comprobé que sonreía. Llegamos pronto a la calle, y dejamos a Diana. Álex arrancó de nuevo la moto conmigo detrás.

Álex: Dime, ¿a dónde quieres que vayamos?
Yo: Supongo que deberías llevarme a mi casa.
Álex: Debería. Pero, ¿y si me niego a hacerlo?
Yo: Puede que no te importe, pero estoy castigada por culpa tuya.
Álex: Entonces, si ya estás castigada, ¿qué más da?

Me miró sonriendo. Y yo sonreí de inmediato. No podía resistirme a su sonrisa, era superior a mí.

Álex: ¿Eso es un sí?
Yo: Eso es un solo un rato. En menos de una hora me llevas a casa, ¿vale?
Álex: ¿Solo tengo una hora para estar contigo?
Yo: Menos de una hora.
Álex: Ahora que lo pienso, no hemos comido.
Yo: Es cierto.
Álex: ¿Tienes hambre?
Yo: Un poco.

Le sonreí tímidamente.

Álex: Entonces vamos a comer algo.

Paramos en la puerta de una pizzería. Compramos dos pizzas, y montamos de nuevo en la moto.

Yo: ¿A dónde me llevas?
Álex: Ahora lo verás.
Yo: No me fio de ti.
Álex: Tú sólo cierra los ojos y disfruta del viaje. No tardaremos mucho.

Le hice caso, cerré los ojos, y me dejé llevar por su contacto. Aún estaba abrazada a él. Y eso me encantaba, no quería soltarle. Pero, como él me había dicho el viaje duró poco. Cuando, lentamente, abrí los ojos, el paisaje que vi me sorprendió. Estábamos en una especie de bosque, en el que había bancos y un gran lago, con patos. Me recordó a cuando aún era una niña, y mi padre nos llevaba a Diana y a mí a un gran charco de patos. La nostalgia se apoderó de mí y recordé a mi padre, que estaba sólo, lejos de nosotras, en España. Pero volví a la realidad cuando Álex se giró y me miró fijamente. Volví a echar un vistazo al lugar en el que estábamos. Todo estaba cubierto de césped. Era un lugar hermoso. Me alejé de Álex. Nos bajamos de la moto. Álex, bajó la pizza y se sentó sobre el césped. Yo le seguí. Me hizo una seña para que me sentara a su lado y yo me senté ahí mismo, a unos centímetros de él. Abrió la caja de la pizza y me ofreció un trozo. Yo lo cogí y le pegué un mordisco. Dejó la caja de la pizza abierta sobre el césped. Miré de nuevo el lugar. Noté entonces, a la mirada de Álex sobre mí. Me sonrojé.

Álex: ¿Te gusta?
Yo: Me encanta. (Le sonreí.) ¿Por qué me has traído aquí?
Álex: No sé, me encanta este lugar.

Le miré atentamente esperando que siguiera hablando. Y así lo hizo.

Álex: Cuando era pequeño solía venir con mi primo. Hacía muchos años que no venía, pero se me ha venido a la cabeza y me ha apetecido traerte aquí.
Yo: Es hermoso.
Álex: Sí. Cuando vivía aquí, solía venir. Cuando necesitaba pensar o simplemente me apetecía estar solo.
Yo: ¿Cuando vivías aquí?
Álex: Sí. Estuve unos años viviendo en la otra punta del país.
Yo: ¿Y eso?
Álex: Viví allí con mis padres.
Yo: ¿Tus padres no viven aquí?
Álex: No. Se mudaron hace unos años a California.
Yo: ¿Y entonces, tú estás aquí en casa de tu tío?
Álex: Sí, no me gusta California. Viví allí más de dos años, pero extrañaba  demasiado esto. He nacido aquí, he crecido aquí, y este es mi sitio. No California. ¿Entiendes lo que digo?
Yo: Claro.
Nos miramos de nuevo con una sonrisa pintada en la cara. Me fijé entonces en las facciones de su cara, en su nariz, algo chata; en sus ojos, grandes y oscuros, y en su perfecta boca.
Levantó, su mano izquierda y me acarició suavemente la mejilla. Me miró a los ojos, y yo le miré los labios, con deseo. Se acercó, entonces, más a mí. Poco a poco. Noté que me ponía nerviosa, pero no me alejé, al contrario, me quedé ahí. Esperando a que él llegara hasta mí. Y cerré los ojos.

1 comentario:

Valery dijo...

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bye!! sigue asi!

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