Capítulo 22 ~> ¿Contigo?


¿Con Álex? ¿Qué hacía él ahí?
Se levantó del banco. Diana echó a andar y se fue de vuelta a casa. Álex se acercó a mí, sin decir nada. Intenté salir corriendo, pero estaba paralizada. No esperaba encontrármelo ahí. Agarró mi mano lentamente, con dulzura.

Yo: ¿Qué haces aquí?
Álex: Necesitaba hablar contigo. No soporto que estemos peleados.
Yo: Ya…

Bajé la cabeza, pero él me agarró de la barbilla y me hizo levantar la cabeza para mirarle a los ojos. Sacudí la cabeza, y bajé la mirada.

Álex: Escúchame, lo siento. No debería obligarte a hacer cosas que no quieres hacer, no debería haberte dejado marchar… Lo siento, de veras. Lo siento.
Yo: ¿Lo sientes?
Álex: Sí. Mucho.
Yo: Yo, yo también lo siento. Por haberme puesto así…

Levanté la cabeza, y le miré a los ojos. Se acercó a besarme, pero yo me alejé de él, soltando su mano.

Yo: ¿Y qué me dices de la chica con la que estuviste ayer?

Me miró confundido, como si no entendiera lo que le estaba diciendo.

Álex: ¿Yo? ¿Estuve ayer con una chica?
Yo: Sí.
Álex: ¿Ah sí?
Yo: Sí, fui a tu casa a verte, y la criada me lo dijo.
Álex: Pero yo no estuve ayer con ninguna chica. (Dijo intentado convencerme.) Estuve con Marc.
Yo: Ya…
Álex: Que no, en serio.

Calló un instante y luego, con un brillo en los ojos, siguió hablando.

Álex: A no ser que…
Yo: ¿Qué?
Álex: Ayer, vino mi hermana y fui a recogerla al aeropuerto. Nadie lo sabe, sólo vino a verme y darme unos papeles, cenamos y con las mismas se fue.
Yo: ¿Entonces cómo estuviste con Marc?
Álex: Estuve con Marc antes de que ella viniera.

Si era como él decía, había hecho un poco el ridículo. Le había montado un numerito de celos, sin sentido. ¡Mierda! No sabía qué decir.

Álex: Marina, (Dijo agarrando, de nuevo, mi mano.) no voy a engañarte, no voy a hacerte daño. Te quiero.

Me estremecí, y sin pensármelos dos veces, me abalancé sobre él y le abracé. Le pilló un poco por sorpresa.

Yo: Yo también te quiero. (Susurré en su oído.)

Él sonrió y me abrazó con fuerza.

Álex: ¿Entonces me perdonas?
Yo: Pero como no iba a perdonarte con lo que me acabas de decir.
Álex: Sólo te he dicho la verdad.

Sonreí mientras me sonrojaba.

Yo: ¿Me das un beso?
Álex: ¿Uno sólo?
Yo: Sí. Me conformo con un beso y nada más.
Álex: Si es lo que quieres.

Se abalanzó hacia mí y me besó. Echaba de menos sus besos. Echaba mucho de menos sus besos. Aferré mi mano a su nuca mientras él me acariciaba el pelo, suavemente. Unos segundos después nos alejamos, y sonreímos a la vez.

Álex: Echaba de menos besarte.
Yo: ¿Te crees que yo no?
Álex: ¿Te llevo a casa?
Yo: Sí, por favor.
Álex: El por favor sobra.
Yo: No. Yo soy muy educada.
Álex: Me lo creo.
Yo: Esta tarde pensaba ir a verte.
Álex: ¿Sí? Si quieres esta tarde voy a buscarte.
Yo: No puedo.
Álex: ¿Ah no?
Yo: No. He quedado con Sergio.
Álex: ¿Quién es Sergio? (Dijo mirándome con una mueca de odio contenido.)
Yo: No te pongas celoso. (Dije riéndome.) Sólo es un amigo.
Álex: Un amigo con el que quedas por las tardes…
Yo: Es que le pedí que me diera clases de mates.
Álex: ¿Y por qué no me lo pediste a mí?
Yo: ¿Tú sabes mates?
Álex: Algo…
Yo: Tonto. (Dije sonriendo.)
Álex: Pero, ¿a qué me quieres aunque sea tonto?
Yo: Bueno…
Álex: ¡Oye!

Me reí, mientras él se acercaba a mí. Se acercó a mi oído y susurró:

Álex: Yo te quiero aunque no sepas mates.
Yo: Pronto sabré mates.
Álex: Eso espero, y así no necesitarás a ningún Sergio.
Yo: ¿Qué te pasa con el pobre Sergio?
Álex: Que se ha acercado a ti.
Yo: ¿Y?
Álex: Que me pone celoso.
Yo: No tiene por qué. Bueno, ¿me llevas o no?
Álex: Sí. Vamos monta.
(Dijo montando en su moto.)
Álex: Oye, está tarde cuando vuelvas de clase, ¿qué harás?
Yo: Pues, estudiar, supongo.
Álex: ¿Y estarás tú sola en casa?
Yo: Sí, creo. ¿Por?
Álex: Nada.

Monté en la moto y me abracé a él, como la última vez. Pero esta vez, le añadí un beso en el cuello. Él se rió y me acarició la mejilla. Llegamos a mi casa. Me despedí de Álex y subí a casa a comer. “No voy a engañarte, no voy a hacerte daño. Te quiero.” Había dicho Álex. Aquellas palabras se repetían en mi mente. Me quería, me quería de verdad. No podía creerlo. Terminé de comer y me puse a estudiar. A las seis menos cuarto salí de casa, de camino al instituto, donde había quedado con Sergio. Pero al bajar, me encontré a alguien en la puerta, esperándome.

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