Capítulo 13 ~> Hazlo por mí...

Estaba cerca, notaba su aliento, pero de repente...
Oímos un sonido, algo extraño. Parecía el sonido de alguna clase de animal. Álex se alejó de mí. Abrí los ojos. Y empecé a reírme, no pude evitarlo.
La escena me pareció demasiado cómica como para contenerme, aunque había destruido un precioso momento. Pero momentos así, podíamos volver a tener, aunque dudaba que volviera a ver a Álex, corriendo detrás de unos pájaros, seis o siete, que se ve que tenían hambre, y se alejaban volando con nuestra pizza. Álex los seguía, saltando. Intentando alcanzarlos, aunque se dio cuenta de que era imposible y se detuvo, observando cómo los pájaros, victoriosos, se alejaban volando con nuestra pizza. Álex estaba de pie, enfadado, más bien encolerizado. Era llamativo como aquellos inofensivos pajaritos habían conseguido sacarlo de sus casillas. Pero no podía dejar de reírme. Álex me miró mal humorado y me dijo:

Álex: No sé qué te hace tanta gracia.

Pero yo seguía rebozándome por el césped, como si fuera una niña, riendo.

Álex: Nos han dejado sin pizza.

Me levanté e intenté mantener la compostura, irguiéndome. Álex me miró con una media sonrisa.

Álex: Aunque, he de reconocer que ha tenido su gracia.

Comencé a reírme de nuevo, y esta vez Álex reía a mi vez. Nos acostamos en el césped, sonriendo. Cuando dejamos de reír, nos encontrábamos acostados, juntos, muy cerca el uno del otro. Me puse de lado y le miré. Él se giró e hizo lo mismo. Nuestros ojos se encontraron. Álex, se acercó a mí, de nuevo. Pero esta vez, más rápidamente, tanto que cuando nuestros labios se rozaron, me pilló casi por sorpresa. Pero en seguida me recuperé de la sorpresa y simplemente disfruté del beso. Cuando se alejó de mí, recuperé el aliento y lentamente abrí los ojos. Lo primero que vi, fueron sus enormes ojos marrones, tan oscuros como la noche. Luego me fijé en que sonreía, y me di cuenta de que, inconscientemente, yo también. Nos miramos, y por un momento deseé volver a besarlo, volver a sentirlo cerca de mí. Pero me limité a respirar, mientras él pasaba un brazo por mis hombros.
Y así estuvimos durante unas cuantas horas, abrazados, hablando de esto y de lo otro. Hablamos de tonterías, Álex no era un chico demasiado hablador, pero tenía conversación. Él me contaba cosas, pero yo no hacía lo mismo, le preguntaba cosas de su vida y le escuchaba entusiasmada pero no me gustaba hablar de mí. Era demasiado reservada, tenía que confiar mucho en una persona para contarle cualquier cosa, aunque fuera una tontería. Me besaba brevemente de cuando en cuando, pero no todo lo que yo deseaba. Cogí el móvil cuando me llegó uno de esos molestos mensajes publicitarios. Lo eliminé y después miré la hora.

Álex: ¿Qué hora es?
Yo: Las siete y cuarto. (Dije sin dejar de mirarlo.)

Entonces me di cuenta. ¡Las siete! Eran ya las siete. ¿Cómo podía ser tan tarde? Llevaba con Álex más de cuatro horas. El tiempo había pasado muy rápido y yo ni siquiera me había dado cuenta. Mi madre me mataría. Me levanté, soltándome de Álex.

Álex: ¿Qué pasa?
Yo: Pues que mi madre me va a matar.
Álex: Si sólo llevamos menos de una hora. (Dijo con una sonrisa pícara.)
Yo: Claro.  Si menos de una hora significa cuatro horas, entonces sí.
Álex: Que no pasa nada. No te agobies. (Dijo levantándose y abrazándome desde atrás.)
Yo: Claro que pasa, Álex. Tú no conoces a mi madre.
Álex: Sí que la conozco, y me parece una mujer con la que se puede dialogar, ¿a que sí?
Yo: Pues ya veo lo bien que la conoces. Cuando se enfada ni siquiera te escucha, no entiende de motivos ni razón.
Álex: Mi corazón tampoco entiende de motivos ni razón, venga no te vayas. Quédate conmigo. Sólo un ratito más.

Me pregunté entonces si aquello se lo decía a todas las chicas o lo decía porque lo sentía. Cualquiera de las dos opciones era posible, pero me gustaba más pensar que lo decía de corazón.
Le sonreí y cuando me besó dulcemente, estuve a punto de sentarme de nuevo en el césped con él.

Yo: No. (Le dije cuando se alejó.) Tengo que irme, es decir, tienes que llevarme a casa.
Álex: No, no quiero.
Yo: Por favor, hazlo por mí.

Le miré tiernamente y vi como al final acababa asintiendo y acercándome a él, pero yo me alejé con rapidez. Y mientras él me miraba confundido le dije.

Yo: No te pienso dar ni un solo beso hasta que me lleves a casa.
Álex: Venga. Vámonos, anda.
Yo: Gracias.

Le di un beso de agradecimiento, breve pero intenso. 
Montamos en la moto y en unos diez minutos ya estábamos en la puerta de mi casa.
Bajé de la moto y él se quedó ahí, viendo como me iba, como volvía a casa, hacia un castigo seguro. Pero no me importaba, había sido una tarde bonita. Muy bonita.
Cuando llegué a casa y grité en forma de saludo nadie me contestó. Dejé la mochila, y entré a la cocina en busca de un helado, esperando encontrarme a mi madre ahí. Pero no estaba, la casa estaba completamente vacía. Entonces, me fijé en una nota que se encontraba sobre la mesa.

2 comentarios:

Valery dijo...

hay una sorpresa para ti!!! http://unavelaencendida.blogspot.com/2011/09/mi-primer-premio.html#comments
;)

Wendy. dijo...

Una sorpresa? Voya ver :D

Publicar un comentario