Capítulo 20 ~> Merezco una explicación.

Comencé a andar, de nuevo. Y esta vez Álex no me siguió, ni siquiera me llamó. Oí entonces el sonido de una moto y le vi alejarse, sin decir nada, sin ni siquiera despedirse con la mano. Nada. Lo había vuelto a hacer…
Eché a correr y volví a casa lo más rápido que pude. Abrí la puerta y sin saludar siquiera me encerré en mi cuarto. Ahí podía llorar en paz. ¿De veras no le importaba olvidarme? Lo que menos quería yo era que me olvidara, pero tal vez, lo mejor fuera olvidarnos el uno al otro, hacer como si nada de esto hubiera pasado, como si nos conociéramos. Pero, ¿qué decía? No quería que eso pasara. Sólo quería que me llamara, que me mandara un simple mensaje, que pasara por mi casa… Yo no pensaba arrastrarme. Si quería arreglarlo tendría que hacerlo él. Pero no lo hizo. Y así pasé la tarde, llorando, mientras esperaba una disculpa que no llegó.
Unas cuantas horas después salí de mi habitación, me metí en el baño y me di una ducha. No pensaba quedarme más tiempo encerrada en mi casa llorando, así no solucionaría nada. Me arreglé y me fui, de camino a la estación de  metro más cercana. Cuando llegué compré un billete de ida y vuelta y esperé a que llegara el metro que me llevaría a mi destino. Cuando llegué, monté en él y me senté en uno de los asientos. Cerré los ojos, y una lágrima cayó por mi mejilla. Rápidamente, me la sequé y abrí los ojos. No iba llorar más. Me bajé en la estación más cercana al lugar hacia el que quería ir, pero aún así, tuve que andar unos diez minutos. Cuando llegué, llamé al timbre, y una chica joven, que tenía pinta de ser alguna criada, me abrió la puerta.

Yo: Hola, me llamo Marina, y querría saber si Álex está aquí.
Muchacha: No, se ha marchado hace un rato con una muchacha.
Yo: ¿Con una chica?
Muchacha: Sí.
¿Qué se había ido con una chica? ¿Pero de qué iba?
Yo: ¿Y sabes a dónde han podido ir?
Muchacha: No. No tengo ni idea. Lo siento.
Yo: No importa. Gracias.

Me giré y eché a correr, de nuevo. Ya iban dos veces en un día. ¿Pero por qué me hacía esto? Se iba con otra el mismo día que discutíamos. ¿Qué significaba eso? ¿Qué ya me había olvidado? ¿Qué no quería ni arreglarlo? Volvía a la estación de metro y me monté en el metro que me llevaría de vuelta a casa. No pensaba llorar, no pensaba llorar, no pensaba llorar. No le iba a dar esa satisfacción. Cuando llegué de vuelta a casa, no había nadie. Diana aún no había vuelto y mi madre no terminaba las clases hasta dentro de una hora. Entré en el despacho, donde días antes, había estado con Álex. Me senté en el sofá y encendí la cadena de música. Empezó a sonar una canción lenta, de uno de los discos de piano de mi madre y no pude evitarlo, me levanté y comencé a bailar. La música fluía dentro de mí y solo pude cerrar los ojos. Me acordé, entonces, de Sergio y me pregunté dónde estaría ahora mismo. Me hubiera gustaba hablar con él. Sabría escucharme, podría ayudarme con todo lo que estaba pasando, pero no sabía dónde vivía, ni tenía su número. Así que me limité a seguir bailando. Me sentía feliz cuando bailaba, me hacía olvidar durante un tiempo. De pronto oí la puerta de casa abrirse. Podía ser Diana o mi madre. Una de dos. Apagué la cadena de música y me asomé a ver quién era.
Vi entonces a Diana, que estaba acostada en su habitación sonriéndole al techo, como una tonta. Me acerqué a ella y me senté en la cama a su lado.

Yo: Eeey, ¿qué te pasa?
Diana: Nada.
Yo: Diana, que te conozco. ¿Por qué estás tan feliz?
Diana: Que no me pasa nada.
Yo: Has estado con un chico, ¿no?
Diana: No.
Yo: Venga Di, cuéntamelo. (Le dije con una sonrisa.)
Diana: Que no.
Yo: ¿Pero por qué no?
Estaba de espaldas a mí, mirando hacia la ventana.
Diana: Déjame.
Yo: Vale, vale. Pero no hace falta que te pongas así conmigo, que no te he dicho nada.
Diana: Lo siento, pero ¿puedes irte?
Yo: Sí es lo que quieres…
Diana: Sí, es lo que quiero.

Salí de la habitación y cerré la puerta. ¿Qué le pasaba a esta niña? Sólo quería que me contara lo de ese chico, pero bueno, si no quería… Entré a mi habitación y entorné la puerta. Oí hablar a mi hermana. Estaría hablando por teléfono, supuse.

Diana: Hola… Sí… Ya, y yo… ¿Mañana vendrás a verme?...

Pegué un salto de la cama y abrí la puerta de mi habitación. Mi hermana bajó la voz, de repente. Apoyé la cabeza en su puerta, y contuve el aliento. Vale, sabía que aquello no estaba bien, pero… ¿Qué podía hacer? Si ella no quería contármelo tendría que enterarme yo de alguna manera, ¿no?

Diana: Vale… No, no lo sabe nadie… Pero no debemos escondernos más… Pues díselo… Ya… Bueno, mañana nos vemos… Adiós.

¿Esconderse? ¿Contar? ¿El qué? Y lo más importante, ¿a quién? Oí entonces que se bajaba de la cama y andaba hacia la puerta. Retrocedí y me encerré en el baño, justo antes de que abriera la puerta. Tenía que enterarme de alguna forma, de lo que Diana y su “amigo” escondían, pero hoy no. Buscaría el momento perfecto para preguntárselo. Me acordé entonces de Álex. Y salí del baño. Tenía que hablar con él, me merecía una explicación. Me merecía, al menos, eso.
Cogí el móvil y marqué su número, sonó durante unos instantes, pero me colgó. Y encima me colgaba. Anda ya. No pensaba estar más tiempo mal por él, pero, no pude evitarlo... Comencé a llorar de nuevo.

2 comentarios:

Valery dijo...

hum... creo que ya sé quién es el novio de Diana... sigue escribiendo, please!!

Wendy. dijo...

Valery, puede que no sea quien crees... O sí, a saber xD
La verdad es que no creo que pueda subir más hasta unos cuantos días -.-'
Molty, me paso. :)

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