#O2. Sentimientos confusos.


Entró al baño de golpe con una máscara de preocupación en el rostro. Todas las garabateadas puertas estaban cerradas, y estaba segura de que ella estaba detrás de una de ellas.
-Clara, sé que estás ahí- dijo, tratando de mantenerse serena-. Haz el favor de salir.
Golpeó una a una las puertas, pero nadie salió de detrás de ninguna de ellas. Así que, sin perder la paciencia, esperó apoyada en la pared durante unos pocos segundos que le parecieron una eternidad. Cuando se disponía a abrir todas las puertas a la fuerza, oyó un sollozo apagado. Se acercó al lugar del que parecía provenir y esperó de nuevo. 
-No me hagas tener que entrar a sacarte, por favor.
La puerta se abrió con un chirrido y una chica de apariencia fuerte e impasible salió de detrás de ella con los ojos encharcados. Sin mirar si quiera a su amiga y sin dejar de llorar, Clara se acercó a unos de los lavabos, cogió agua con ambas manos y se limpió la cara con un ágil movimiento. Paula la observó en silencio, hasta que finalmente habló.
-Dime que no es por lo que creo que es- pidió Paula con desesperación.
Clara no dijo nada.
-Lo suponía...
Paula pestañeó y golpeó la pared amarilla de aquel cuarto de baño de instituto. Clara, por su parte, solo derramó otra lágrima que recorrió silenciosamente su cara.
-¿Te ha hecho algo?- preguntó Paula encolerizada.
-No, claro que no me ha hecho nada... 
-¿Entonces?- inquirió con agudeza.
-Le he visto...- carraspeó unos segundos, tratando de no empezar a llorar de nuevo- Ha sido horrible. Tiene ojeras y magulladuras por toda la cara. Y... no parecía él, Paula. Parecía un simple reflejo de la persona que antes era- no pudo seguir hablando, se derrumbó y se dejó caer sobre el frío suelo, con un mar de lágrimas emanando de sus ojos.

When I'm gone.
Subió el volumen. La música era, en momentos como aquel, la única capaz de hacerle olvidar el infierno en el que vivía. Sin embargo, cuando se quitase los auriculares todo iba a seguir estando ahí, a su lado y él iba a seguir estando tan confundido como siempre. Y no conocía una forma de evitarlo, no sabía cómo tratar de cambiar cosas que formaban parte de él, quisiera o no.
Cerró los ojos con fuerza y apretó los puños. Las imágenes se agolpaban en su cabeza, e iban de un lado a otro. Quería deshacerse de ellas, hacerlas desaparecer, pero no tenía la más remota idea de cómo conseguirlo.
Todo daba vueltas a su alrededor y su cabeza palpitaba al ritmo de la música. Alejado del mundo, como estaba, no fue consciente de que una chica rubia se encontraba de pie mirándole fijamente con reproche, hasta que ésta arrancó de un tirón los auriculares de sus orejas y los arrojó al suelo.
-¿A qué coño estás jugando?- le preguntó con ferocidad.
Él sacudió la cabeza. No sabía a qué se refería.
-No finjas no saber de qué te hablo.
-No finjo, no lo sé.
Paula suspiró y sentó en el banco, a su lado.
-¿Recuerdas el año pasado, cuando me dijiste que no pensabas hacerle daño a ninguna de las personas que  te importaban?- Él asintió- Vale, pues puede que no te importe acabar contigo mismo, pero sé que ella te importa. Así que déjala en paz, deja que sea feliz con alguien que no esté tan perdido como tú lo estás en estos momentos- le dijo con voz dulce y con los ojos puestos en los del muchacho.
Permanecieron en silencio los segundos siguientes, hasta que él, con expresión melancólica, dijo en voz alta lo que ambos ya sabían.
-La quiero, Paula.
-Y ella te corresponde, pero en tu interior sabes que no mereces que lo haga. Los dos lo sabéis.
Él levantó la cabeza hacia el encapotado cielo que lucía sobre ellos y volvió a cerrar los ojos. Paula se puso en pie.
-Vuelve a buscarla cuando estés preparado, cuando seas tú mismo y sepas comportarte como tal. Ella te esperará- dijo, le dirigió una sonrisa, apretó su hombro levemente y se fue con el mismo disimulo con el que había llegado. 
Él recogió sus cascos del suelo y volvió a ponérselos, pero esta vez subió la música más aún.

Salió del local con una amplia sonrisa que dejaba a la vista los dos traviesos hoyuelos que decoraban sus mejillas. Andaba tranquilamente, sin prisa, mirando a todas partes. Había sido un primer día estupendo, además el horario se ajustaba perfectamente a sus necesidades y el sueldo estaba mejor que bien. Pero no sonreía solo por eso. 
Miró el reloj por hacer algo, pues sabía que iba muy bien de hora, pero se sorprendió al comprobar que no era la hora que él esperaba que fuera. Era mucho más tarde de lo que creía y tenía exactamente seis minutos para recorrer tres manzanas, algo imposible para cualquier persona. Un tanto desesperado agarró su teléfono móvil y marcó un número elegido de favoritos, pero el servidor le comunicó casi al instante que no se podía contactar con el número deseado. Sin saber muy bien por qué lo hacía, echó a correr evitando a todas las personas que paseaban tranquilamente por la calle. Se movía ágilmente, pero sabía que no iba a llegar a tiempo. Sin embargo, cuando llegó a su destino la suerte pareció estar de su parte. 
Ahí estaba, sentada tranquilamente en la parada del autobús con su mochila al hombro y el pelo ondulando suavemente al compás del viento. Estaba en la otra punta de aquella gran avenida, pero al menos le quedaba el consuelo de que no se había ido aún. Comenzó a avanzar hacia ella sin pausa, pero su enemigo pareció ser más veloz. El autobús número veintisiete se acercaba a la parada sin demorarse. Él echó a correr, de nuevo sin apartar la mirada del vehículo. Casi había llegado, casi había llegado... Solo tenía que cruzar. 
El autobús se detuvo. Las personas que lo esperaban se pusieron en pie. Él corrió más deprisa. Ella se levantó de su asiento, subió las escaleras y metió la mano en su mochila, en busca de su carnet de estudiante. Él aumentó más la velocidad.
Ya estaba, ya había llegado.
-¡Paula!- gritó.
La aludida se giró y le miró. Él se detuvo y sonrió.
-¿Iván?- preguntó con una sonrisa muy mal disimulada.
Él asintió con una sonrisa burlona que transmitía una frase concreta 'Sí, Paula, soy yo.'
El corazón de Paula comenzó a palpitar con más rapidez de la teóricamente normal y sus ojos emitieron un brillo especial. ¿Por qué ahora, de pronto, había venido a buscarla a una parada de autobús?
Antes de lo que esperaba, recibió la respuesta a su pregunta.
-¿Está ahí mi hermana?- gritó Iván sin moverse del lugar en el que estaba, y el corazón de Paula se detuvo.
Y de pronto, todo encajaba. No había ido allí por ella, y ni siquiera entendía cómo había sido tan estúpida para pensar que sí lo había hecho. Ella era sólo la mejor amiga de su hermana y él alguien simplemente imposible para ella. Y además, a Paula no le importaba, nada de nada. O al menos, de eso trataba de convencerse. 

1 comentario:

AE dijo...

EXCEPCIONAL !!!!!!!! QUE LO SEPAS :)

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