Remitente: Desconocido.

Sábado, 15 de Junio de 2013. 

Abrió la primera carta, tan emocionado como consternado, y encontró una flor marchita y un folio escrito con tinta negra y doblado por la mitad. Tratando de no perder los nervios, desdobló la carta para ver su impecable letra. Luego, se dejó caer sobre el suelo, con las manos temblorosas, y se dispuso a leerla.


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Ojalá a tu lado, domingo 21 de abril de 2013.

Querido desconocido,
te escribo para decir hasta pronto. Para, por una vez, hablar de despedidas y esperar las segundas partes (aunque dicen que no son buenas pero contigo, habría sido incluso bonito comprobarlo).
Te escribo, porque cuanto más te quiero, más me duele; y temo que esta incertidumbre de tu ausencia me impida cerrar las heridas y me descosa las costuras y los rotos que me arreglaste.
Te escribo, porque te voy a echar de menos y mi cama se va a quejar del vacío. Porque ya sabes, que las cosas bonitas no se olvidan y tú siempre has sido precioso. Pero, ¿de qué nos sirve seguir enamorándonos de algo que no podemos tener? ¿De qué me sirve amar tu pelo, si el viento lo acaricia más que yo? ¿De qué me sirve amarte a ti, si eres de Madrid y no mío?
Recuerdo que una vez me dijiste que las cosas no ocurren porque sí, que hay un motivo para todo. Y bueno, yo no sé cuál es nuestro motivo, pero sé que te quiero para olvidarte.
Supongo que algún día volveré para cobrarte todos los besos que me debes y devolverte tus buenos días y las noches de insomnio voluntario compartidas.
He dicho supongo porque ya sabes que tengo mala memoria y que a veces cuando me voy,  no sé volver. Así que, si eso pasa, si me pierdo buscándote, ven a por mí.
Hasta entonces, guarda los sentimientos que nos mataron en una caja, piensa que los sueños de dos son más fáciles de cumplir y que comerse los imposibles a medias, no empacha tanto.
Hasta entonces, olvídame y sé feliz que yo estaré bien, cielo. Lo prometo.
Tu Desconocida.

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Estaba tan confuso y momentáneamente asustado, que la leyó una segunda vez. Y una tercera. Y casi una cuarta pues no pudo finalizar porque rompió en llanto, al comprender el significado de aquellas palabras y ver cómo el miedo se hacía real. Maldita sea, aquello sí que no se lo esperaba: ¡le había dicho adiós! Un adiós en defensa propia que estaba destruyéndole a él...
Permaneció quieto, en silencio, sin ser consciente de que, con sus lágrimas, estaba emborronando el papel que aún sujetaba entre las manos.
Se negó a moverse en toda la tarde, pues tampoco se le ocurría ningún lugar mejor en el que estar que no se encontrara a quinientos kilómetros. Finalmente, cuando el sol amenazaba con esconderse y la luna ya se abría paso en su reino celeste, sus lágrimas cesaron de golpe y se incorporó, como movido por un resorte.
Dando grandes pasos, abandonó la estancia en la que se encontraba y, cerrando de un portazo la puerta, salió a la calle.
El viento nocturno, tan molesto para la gran mayoría, le resultó agradable.
Sin pararse si quiera a pensarlo, echó a correr mientras todos los viandantes que se cruzaban en su camino le seguían con la mirada.
Su mente amenazaba con colapsarse a causa de todos los sentimientos que se peleaban en su interior, pero a pesar de todo, sus ojos brillaban de tal manera que podría haber eclipsado las luces de toda Madrid; quizás por la emoción o...
quizás por el miedo.

1 comentario:

Sonia dijo...

Dios... No sabes cómo de identificada me siento...
Refleja tanto lo que me ha pasado en este último año... Madrid, el destino... Dios, no me lo puedo creer, es... fascinante. Ver que alguien escribe exactamente lo que me ha pasado, impresionante. Y ahora... ahora sólo soy una simple desconocida para él...
Bueno, siento haberme enrollado tanto, ¡Un beso muy muy muy grande! <3

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