Capítulo 23 ~> Me tropiezo con tus pies.

Yo: Álex, ¿qué haces aquí?
Álex: Quería verte.
Yo: Nos hemos visto hace menos de dos horas.
Álex: Ya.
Yo: Álex, ¿qué te pasa?
Álex: ¿Qué? Sólo quiero llevarte.
Yo: ¿Seguro?
Álex: Que sí.

Monté en la moto y arrancó. ¿Pero qué le pasaba? Ya le había explicado que Sergio era un amigo. Sólo eso.

Álex: ¿Estás bien?
Yo: Sí.

Detuvo la moto y se giró.

Álex: Marina, que te conozco… ¿Te has enfadado?
Yo: No, pero es que no entiendo qué te pasa. ¿Por qué te pones así? Ya te he dicho que Sergio es sólo mi amigo.
Álex: Ya… Si lo sé. Pero, me da cosa. No quiero perderte.

Bajó la cabeza mientras yo sonreía. Agarré su cara con mis manos y le besé.

Yo: No vas a perderme. No te cambiaría por nadie, ¿vale?
Álex: Vale.
Yo: Anda, llévame al instituto, que ya llego tarde.
Álex: Vamos.

Arrancó de nuevo de la moto y en seguida llegamos a la puerta del instituto. Sergio ya estaba allí, sentado en el banco donde horas antes habíamos estado Álex y yo. Al oír el sonido de la moto, Sergio levantó la cabeza. Me vio y con esa cálida sonrisa suya me saludó. Bajé de la moto. Álex bajó a mi vez.

Álex: ¿Vengo a recogerte?
Yo: No hace falta. Gracias por traerme.

Le di un breve beso y me alejé de él, acercándome a Sergio.

Sergio: Hola.
Yo: Hola. ¿Llevas mucho tiempo esperando?
Sergio: Algo, pero no importa.

Sonreí. Él se levantó del banco y ambos echamos a andar, dejando detrás a Álex, que nos miraba irritado.

Yo: ¿Queda lejos tu casa?
Sergio: No mucho. Llegaremos en seguida.
Yo: Vale.
Sergio: ¿El chico con el que has venido es la causa de que no pudieras estudiar?

Bajé la cabeza avergonzada y sin ganas de responder. Sergio lo notó.

Sergio: Lo siento, no soy nadie para preguntarte eso… (Añadió apurado.)
Yo: No importa.

Dije levantando la cabeza y sonriendo.

Sergio: Aquí es.

Asentí, mientras él sacaba las llaves y abría la puerta. Me hizo una señal para que pasara con él.

Sergio: Mamá, ¿estás?

Nadie respondió.

Sergio: Estamos solos.

Pasamos a una sala con una gran mesa en el centro y con numerosas estanterías repletas de libros.

Sergio: Siéntate. (Dijo sacando una silla de debajo de la mesa y ofreciéndomela.)
Yo: Gracias.
Sergio: De nada.

Se sentó en la silla de al lado.

Sergio: A ver, ¿por dónde empezamos?
Yo: Pues explícame las ecuaciones de segundo grado.
Sergio: Vale, eso es sencillo.
Yo: Pues no será para mí. No entiendo nada.
Sergio: Ahora mismo arreglamos eso. (Dijo sonriendo.)

Sacó unos folios y me lo explicó a la perfección. Lo entendí en seguida así que hicimos unos cuantos ejercicios y pasamos a otra cosa.

Sergio: Lo has entendido rápido.
Yo: Porque tú me lo has explicado mejor que bien. (Dije con una gran sonrisa.)
Sergio: No será tanto.
Yo: Que no, dice.

Enrosqué mi pierna en la pata de la mesa. Sergio sonrió.

Sergio: Bueno, ¿qué más quieres saber?
Yo: No sé, explícame las bases de las mates, lo que hay que saber. Por ejemplo, no sé hacer una raíz cuadrada.
Sergio: ¿No sabes hacer una raíz cuadrada?
Yo: No.
Sergio: Vale.

Moví la pierna, despacio alrededor de la pata y enrosqué la otra pierna también. Bajé con una de las piernas hasta el final de la pata, pero me encontré algo sospechoso. Algo blando, como un zapato o algo por el estilo. ¿Qué era eso? Entonces caí. Me había tropezado con una de las piernas de Sergio. En vez de en la pata de la mesa, había enredado mis piernas en la pierna de Sergio. Mierda. Pensaría que estaba loca o algo. Quité las piernas y las junté, bajando la cabeza, completamente avergonzada. Sergio lo notó.

Sergio: No pasa nada. (Dijo conteniendo la risa.)
Yo: ¡Mierda! (Dije por lo bajo.)
Sergio: No importa. Bueno, ¿quieres aprender a hacer una raíz de estas?
Yo: Sí. (Dije levantando la cabeza.)
Sergio: Pues vamos.

Empezó a explicarme. Al principio no me enteré, pero poco a poco lo fui pillando. Sergio no se cansaba de repetirme las cosas una y otra vez.
Cuando miré el reloj eran las ocho y veinte. Supuestamente las clases terminaban a las siete y media, pero a ninguno de los dos parecía importarnos la hora. El tiempo se pasaba rápido estando con Sergio.

Yo: Son las ocho y veinte, ¿sabes?
Sergio: Dios, que rápido se ha pasado la tarde.
Yo: Ya ves. Bueno será mejor que me vaya.
Sergio: Te acompaño.

Me acompañó hasta la puerta.

Yo: Bueno, mañana nos vemos.
Sergio: Sí, mañana nos veremos.

Salí por la puerta, él cogió las llaves y me siguió.

Yo: ¿A dónde vas?
Sergio: A acompañarte.
Yo: ¿Hasta mi casa?
Sergio: Sí. (Dijo sonriendo.)
Yo: No hace falta.
Sergio: No te voy a dejar irte sola.
Yo: Gracias. (Dije sonriendo.)
Sergio: Vamos antes de que se vaya de noche.

Echamos a andar, y en menos de media hora llegamos a mi casa. Le comenté a Sergio el por qué de haberme mudado aquí. Mientras él me escuchaba atentamente. Me resultaba fácil contarle cosas a aquel chico, me hacía sentir segura.

Yo: Bueno, es aquí. (Dije abriendo la puerta de mi edificio.) Gracias de nuevo.
Sergio: Ya sabes que no es necesario que las des.

Sonreí, mientras empujaba la puerta.

Yo: Adiós Sergio.
Sergio: Hasta mañana.

Entré al edificio, y llamé al ascensor. No había nadie en casa así que estaría sola. Llegó el ascensor, monté y pulsé mi planta. Me fijé, entonces en que había un papel pegado en el espejo.
‘¿Sabes qué? Te espero arriba.’

2 comentarios:

Valery dijo...

:O quién? sergio o alex??????? :) super guay el capi!!

Wendy. dijo...

Quien sabe... xD
Gracias, la novela va a cambiar un poco, para empezar lo voy a poner todo en el mismo color, porque no me gusta el azul este, y luego pasarán ciertas cosas.. :)

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